Deportes

Entre desplazamiento, venta de empanadas y arreglo de bicicletas nacen nuestros tres medallistas olímpicos

12 de Agosto de 2016
imagen_destacada Huyendo de violencia generada por el desplazamiento que vive nuestro país se forjó el medallista de oro Olímpico Oscar Albeiro Figueroa. Entre la pobreza y sobreviviendo con la venta de empanadas en el municipio de Jamundí, se forja la medalla de plata Olímpica de  Yuri Alvear. La formación de unos padres pastores dedicados a una iglesia Cristiana, arreglando bicicletas y vendiendo plátanos en Chigorodó – Antioquia,  nació Yuberjén Martínez, quien hoy nos tiene asegurada medalla olímpica de Bronce. Tres Campeones que han llenado de orgullo el corazón de los colombianos con historias de vida que tienen algo en común: La pobreza económica, el espíritu de superación,  la disciplina y el amor por su familia. Oscar Figueroa pasó de desplazado a campeón olímpico, de empacador de supermercados a administrador de empresas, de soñador a héroe nacional. La conquista del oro de Figueroa en los Juegos de Río tiene una historia de lucha y sacrificio. Cuando apenas era un niño de nueve años de edad, Óscar y su familia, salieron huyendo de su parcela en Zaragoza (Antioquia), municipio que lo vio nacer el 27 de abril de 1983. Guerrilleros y paramilitares se daban plomo, derramaban sangre y desplazaban a una gran cantidad de familias de la zona, entre las que se encontraba la Figueroa Mosquera Las balas zumbaban por todos lados. Violencia y terror era lo único que había sembrado por esos días en esa tierra de tradición minera y pesquera. Hermelinda Mosquera, su madre, agarró a sus hijos, se llevó las cosas materiales que pudo y se trasladó hacia Cartago, Valle del Cauca, a la casa de un familiar para comenzar una conmovedora y difícil pelea por la supervivencia. Mientras su mamá trabajaba como empleada doméstica, vendía empanadas y hacía cualquier tipo de comercio informal, Óscar y sus hermanos quedaban al cuidado de la Fundación Teresita Cárdenas, del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Más atraído por los deportes que por el estudio, comenzó a practicar fútbol, baloncesto y karate. Pero fueron las pesas las que lo atraparon y le depararon un mejor destino. No le seducía mucho eso de elevar tantos kilogramos por encima de sus hombros, pero la insistencia de sus primeros entrenadores terminó sumergiéndolo en ese mundo (Fuente: EL HERALDO). Llegó por azar, le gustó y se quedó”, recuerda Jáiber Manjarrés quien lo terminó de formar en Cali. Ya apasionado por la halterofilia, permanecía metido en el gimnasio buscando su desarrollo como deportista y sacaba el tiempo para trabajar como empacador en un almacén de cadena, en donde conseguía algunas monedas para llevar a la casa y ayudar a su mamá. Lejos estaba de la rumba, de los vicios, de los malos caminos. Siempre se mostró como un joven serio, riguroso, disciplinado, dedicado y profesional. “Era muy juicioso”, apunta Ángelo Arbeláez, periodista del Instituto de Deportes del Valle del Cauca, que lo vio crecer como pesista, en Deporte, un alojamiento para los deportistas vallecaucanos. Nuestra segunda medallista Yuri Alvear, la judoca de Jamundí – Valle del Cauca, tuvo que rifar un pollo para pagarse su primer uniforme. 15 años después es la reina de los juegos olímpicos. Los primeros combates que tuvo Yuri Alvear en su vida fue contra su hermano Harby en la mitad del patio central de la escuela Rosalía Mafla en Jamundí cuando apenas tenía 10 años. El motivo de las encarnizadas disputas era por la mesada que les daba a los dos Arnoby Alvear, su padre, un maestro de construcción. El botín casi siempre se lo quedaba Yuri después de dejar al pobre muchacho, dos años mayor que ella, botado en el suelo. Su profesor de educación física, Ruberto Guaúña, quien casi siempre los separaba, en vez de regañarla, se quedaba asombrado ante la fuerza inusitada de la niña quien, por esa época, quería ser jugadora de baloncesto. Yuberjén Martínez, hijo de dos pastores cristianos, Juan y María Neida, se formó como deportista en el centro de alto rendimiento de Apartadó, de donde fue reclutado por los cazatalentos de la Liga de Antioquia. Antes trabajó de la mano del técnico Abelardo Parra, su descubridor. “Recuerdo que muchas veces Yuber no iba a entrenar. Se perdía semanas enteras porque tenía que trabajar para ayudar en su casa. Lo hacía en una bicicletería o se iba a rebuscar en las bananeras. Cuando no tenía para el transporte, yo le daba $2.000 o cuadraba con el conductor de alguna volqueta para que lo llevara” expresó. Nuestro medallista en medio de la emoción cuenta “mi vida como deportista no ha sido fácil, tenía que trabajar arreglando bicicletas o rebuscándose en las bananeras para poder sobrevivir y ayudar a mi familia, muchas veces quise dejar el boxeo debido a mi situación económica y falta de trabajo, incluso tenía que esperar unas volquetas que me llevaran  a entrenar, pero el profesor Wilber Blanco no lo permitió, siempre me insistió que estaba para grandes cosas en el boxeo y hoy le agradezco mucho que me haya rescatado para este deporte”. Esta es una clara muestra de la forma como se hacen los deportistas en Colombia, los sacrificios propios y de su familia para alcanzar la gloria, la mayoría de las veces esquiva. Por fortuna con estos tres deportistas la historia tuvo un término feliz y el país hoy con orgullo luce el brillo de las medallas olímpicas, a veces inalcanzables.


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